Paraíso para dos – Capítulo 25

Al fin conocerán el desenlace de esta historia, con los dos capítulos finales. Durante un largo tiempo me fue realmente difícil dedicarle tiempo a esta historia, pero como lo he comentado antes, me propongo terminar todas mis historias publicadas. En esta ocasión publicaré los dos capítulos finales al mismo tiempo. ¡Déjenme sus comentarios!

CAPÍTULO 25 – Una foto y un gan revuelo

La primera en saltar del auto fue Annie, con una caja gigante en las manos. Patty, Archie y Stear le siguieron.

Albert abrió la puerta y las dos amigas corrieron adentro para reunirse con Candy abrazar a Candy entre gritos de emoción.

En cambio, Stear y Archie se quedaron en la puerta, mirando a Albert de arriba a abajo sin saber qué hacer.

-Hola Al… tío William -balbuceó Stear.

-Albert, soy Albert -contestó él y los atrajo para abrazarlos. Luego los hizo pasar a la pequeña salita, seguidos de Georges.

Mientras tanto, las chicas se fueron a la habitación para mostrarle a Candy el misterioso contenido de la caja. Pero antes, se quejaron de lo mucho que las había preocupado y la reprendieron por no acudir a ellas para ayudarla.

-Ya saben que siempre he sido un poco cabeza loca -dijo ella entre risitas.

Patty se puso muy seria.

-Candy, esta vez fuiste demasiado lejos. Desaparecer de esa manera, dejarnos morir de angustia… no me lo explico.

Entonces Candy les contó cómo la habían engañado para hacerle creer que Albert tenía otra familia, cómo fue a parar a Detroit, la sorpresa de encontrar a Neil allí y que solo se había dado cuenta de su embarazo tiempo después.

Annie fue la primera en romper a llorar, Patty no tardó en hacerle segunda. Candy, aunque intentó conservar la calma, acabó por soltar las lágrimas mientras sus amigas la abrazaban.

Durante muchas semanas había soportado lo inimaginable, luchando a cada momento contra la desesperación y solo hasta ese momento se había permitido flaquear. Qué bien le hacían los cariños de sus amigas, y saber que al otro lado de la puerta estaban Albert, y los chicos, y Georges.

Poco a poco recobraron la calma y Patty recordó el principal motivo por el que estaban allí.

-Candy, dejemos las lágrimas atrás. Annie, no te olvides de la sorpresa que preparaste.

-¡Es verdad! -dijo Annie con el rostro alegre a pesar de su nariz enrojecida.

Luego fue hacia la caja y la abrió para dejar al descubierto un deslumbrante vestido blanco.

-¡Es tu vestido de boda! ¿A que es lindo? -dijo ella, con una sonrisa llena de orgullo.

-¡Qué hermosura! Los listones de seda… los encajes… ¿de dónde has sacado esta preciosidad?

Como Annie no se animó a contestar, fue Patty quien lo hizo.

-Es el vestido de Annie, el que ha estado guardando para su boda con Archie.

Antes de que Candy pudiera protestar, Annie habló.

-Candy, si mi boda con Archie se ha vuelto posible, es todo gracias a tu ayuda. Archie recibió una carta del tío William dando su aprobación y decía que tú lo habías convencido… ahora que lo pienso, ya que el sr. William es Albert, todo tiene sentido… Pero, vamos, que cederte mi vestido es lo mínimo que puedo hacer y no me pesará para nada buscar otro.

-Annie, te lo agradezco con el corazón, pero no hace falta. Esta boda será un mero trámite.

-Te aseguro que pensarás diferente cuando veas las fotos dentro de unos años -opuso Annie.

-¿Fotos? ¿Cuáles fotos?

-Georges nos convocó como testigos de la boda -intervino Patty-, y nos dijo que habría un fotógrafo. Debe constar que este matrimonio ha sucedido sin lugar a dudas.

-Lo ves, Candy, no hay más que decir.

Viendo que no había caso en oponer resistencia, Candy se dejó hacer y, sobre todo, se sorprendió de necesitar tanta ayuda para vestirse. Ponerse todo el ajuar de novia era siempre una tarea complicada, y lo era aún más debido a su embarazo.

Después de algunos intentos, se decidió que dos de los botones de la espalda, los que estaban a la altura de la cintura, quedarían sin abotonar, y que el velo ayudaría a disimular el desperfecto.

-¡Uff! Menos mal que la moda dicta vestidos sueltos y vaporosos… si esta boda hubiera sido hace cinco años, ya no habría manera de hacerte entrar en un corsé.

-Gracias, Annie, eso me hace sentir mejor -dijo Candy, con una mueca que indicaba que quería decir lo contrario.

-¡Oh, lo siento! Lo que quise decir es que me alegra que el vestido te vaya bien aunque sea la primera vez que te lo pruebas. Estarás muy hermosa en las fotos.

En ese momento alguien dio un toquido en la puerta. Era Stear.

-Chicas, tenemos que salir hacia la iglesia en la próxima media hora.

-¡No tardaremos! -contestó Patty, dando los últimos toques al velo de Candy.

Annie sacó de su bolso una cajilla redonda de metal, era una pomada con colorete, que aplicó sobre los labios y las mejillas de Candy. La miró un poco y aplicó unos toques del mismo color sobre los párpados.

Candy se miró al espejo, no del todo convencida.

-Yo nunca uso maquillaje, ¡qué rara me siento!

-Sí, sí, pero no querrás verte como un fantasma en las fotos. Me gustaría tener conmigo mis sombras verdes, pero con esto tendrá que bastar…

Patty la miró con aprobación y dijo:

-Pareces una estrella de cine. ¡Eres igual Mary Pickford!

Pasada la primera impresión, Candy se miró con algo más de seguridad y encontró que su reflejo le gustaba, que un poco de colorete estaba bien para esta ocasión tan especial.

Lo único que faltaba era ponerse los zapatos de raso blanco, pero no hubo manera de calzárselos, sus pies eran más grandes que los de Annie y estaban algo hinchados. Lo más que consiguieron fue ponerle los zapatos rosas de Patty, que le venían un poco mejor y, cuando menos, no eran los de color negro que eran los únicos que Candy tenía consigo. Todo esto se lo tomó con su habitual buen humor.

Cuando Candy y sus damas de honor salieron de la habitación, se encontraron con una grata visión: los jóvenes Ardlay en galas escocesas.

Apenas lograron intercambiar halagos, porque Georges los apuró a todos a entrar en los dos autos para ir a la iglesia.

El párroco ya los estaba esperando. Se entrevistó con Candy y Albert por separado, con el fin de prepararlos para la boda. Viendo que la pareja ya esperaba un hijo, redujo las formalidades al mínimo indispensable para casarlos cuanto antes y al poco rato estaban todos reunidos ante el altar.

La ceremonia fue íntima y breve. Los recién casados irradiaban felicidad al salir de la capilla, mientras que Georges no tuvo paz hasta que se aseguró de que todas las firmas y sellos estuvieran en su sitio y solo entonces dio un suspiro de alivio que hizo reír a todos los demás.

Con algo más de tranquilidad, se trasladaron al estudio fotográfico. Candy se lo pasó de maravilla, pero después de eso no tuvo fuerzas para nada más. Allí se despidió de sus amigos y volvió con Albert a la casita donde había pasado la noche anterior. El resto del día no hizo más que comer y dormir.

Como era de esperarse, por todo Chicago corrió el rumor de que había aparecido el jefe de la familia Ardlay y que no era un viejo decrépito como todos creían, sino un hombre joven que nadie había visto antes.

En todas las casas del clan sonaba el teléfono sin cesar, la gente quería enterarse de todo y entrevistarse con William A. Ardlay, pero siempre se encontraban con el mismo mensaje de respuesta: tal o cual persona estaba ocupada y no podía atender la llamada.

La realidad era que la familia desconocía el paradero del patriarca. Georges también estaba desaparecido, mientras que Archie y Stear fingían no saber nada, como Albert les pidió.

Pero pronto hubo grandes noticias.

Un par de días después de la boda, apareció la fotografía de Albert y Candy con todo y cortejo en los principales diarios de Chicago. El pie de foto no dejaba lugar a dudas: “La familia Ardlay se complace en participar de la boda del Sr. William Albert Ardlay y la Srita. Candice White, celebrada el verano pasado”.

Fue una gran decepción para las damas de la ciudad comprobar lo guapo que era el Sr. William y lo casado que estaba con aquella desconocida. El hecho de que en la foto también aparecieran los hermanos Cornwell con sus respectivas novias, personas muy conocidas en Chicago, daba total credibilidad al anuncio. Cuando alguien les preguntaba, todos ellos aseguraban que la boda había ocurrido hacía meses. Desde luego, esto provocó mucho revuelo y especulación, pero la Tía Elroy no tuvo más remedio que confirmar la fecha de la boda para preservar el buen nombre de la familia.

Paraíso para 2 capítulo 26

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