Tu silueta a contraluz – Epílogo

Me queda un poco de nostalgia por despedirme de este fic que tanto me ha gustado escribir, me quedo con maripositas en el estómago cuando termina un nuevo capítulo. Si no han escuchado la narración, les invito a que busquen esta historia en YouTube, en mi canal María Dos Lunas.

¡Gracias por acompañarme en este viaje! Espero sus comentarios y prometo seguir actualizando el fanfic de «Paraíso para dos». Un abrazo grande a todos y todas las Candyfans.

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El día de hoy es nuestro primer aniversario de bodas. Aunque me gustaría celebrar por todo lo alto, tendremos que tomarlo con tranquilidad, pues Candice ya va por el sexto mes de embarazo.

Mucho nos han felicitado por crecer la familia tan pronto, pero, tal como empezamos nuestra vida marital, lo realmente sorprendente es que no hubiera sucedido antes.

Mientras yo termino de vestirme frente al espejo, Candice está de pie junto al ventanal de la estancia de nuestras habitaciones privadas, leyendo por segunda o tercera vez la carta de Patty que llegó a primera hora de la mañana.

-¿Puedes creerlo, Albert? ¡Patty y Tom se han comprometido! La verdad es que no pensaba que las cosas entre ellos fueran tan en serio. Patty ya me había dicho que intercambiaban cartas con mucha frecuencia, pero el taimado de Tom… fue a visitarla hasta tan lejos ¡y no me dijo nada!

Candice habla como si estuviera enojada con Tom por no contarle antes sobre sus planes con Patty, pero en realidad está radiante de alegría.

-En eso estoy del lado de Tom -digo en su defensa-. Él no sabía si ella lo aceptaría y, si guardó silencio sobre sus intenciones hasta tener un sí definitivo, solo prueba que se lo tomaba muy en serio.

-No me puedo imaginar que Tom tuviera dudas, siempre presumía de valiente.

-Cuando se trata de la mujer que amas… es imposible mantener la calma.

Al decir esto recuerdo mis propias inquietudes y cuánto tiempo esperé para declararme. Admiro que Tom haya cortejado a Patty aunque cuando se conocieron ella llevaba aún el listón de luto por Stear, que solo se quitó el día de nuestra boda.

Como si me leyera la mente, Candice me pregunta:

-¿Crees que Patty se haya sobrepuesto a la muerte de Stear solo gracias a Tom?

-No lo sé, pero ¿te parece que a Stear le gustaría que Patty siguiera llorando por él toda su vida?

-Desde luego que no… tenía un corazón tan generoso, que estoy segura que dondequiera que esté, se alegrará por ella.

Termino de colocarme las mancuernillas que ella me ha regalado por nuestro aniversario, con un monograma en el que se entrelazan nuestras iniciales, C y A. Me dijo que estuvo a punto de regalarme un juego de mancuernillas en forma de corona, pero que no lo hizo porque sigo sin acostumbrarme a que me llame «Príncipe».

Un año ya desde nuestra boda. Apenas puedo creerlo. Se me ha pasado como un pestañazo. Desde entonces he sido feliz cada día y es una sensación extraña, tan maravillosa…

Candice guarda la carta de Patty y viene hacia mí para acomodarme el cuello de la camisa.

De la nada, comienza a hablar sobre el retraso que ha tenido el proveedor de vendas para entregar la mercancía en el dispensario.

-Ya te ha dicho Annie que se encargará de eso -le recuerdo.

La apertura del dispensario tuvo que esperar hasta después que volvimos de la luna de miel, pero para entonces, Annie ya estaba volcada por completo en ese trabajo también, lo que aligeró mucho la carga para Candice. La verdad es que Annie nos ha sorprendido a todos con lo buena administradora que resultó ser. Ahora mismo me viene a la mente lo que dijo Annie hace un par de semanas, durante la cena: que ni todos los aplausos juntos que había recibido en sus recitales de piano se comparaban con la alegría de saberse útil para la gente de las cercanías.

El propio Archie, debido al ejemplo de su esposa, se ha vuelto más disciplinado y ahora es un gran apoyo para mí.

Para celebrar nuestro aniversario, Candice ha querido que vayamos a almorzar al club de yates donde le declaré mi amor… y donde nos besamos por vez primera. De solo acordarme vuelvo a suspirar. Me pregunto si en el mundo hay otro hombre más enamorado que yo. Estoy seguro de que Archie y George se burlan a mis espaldas por eso, pero no me importa en lo más mínimo.

Casi siempre conduzco mi propio auto, pues parece que la pasión de Stear por las máquinas poderosas es algo de familia. Solo que ahora quiero estar pendiente de Candice mientras viajamos, y por eso nos lleva el chofer.

Antes de ir al club de yates, ella insiste en pasar por una librería. Si bien solemos dar un paseo por los jardines de Lakewood todos los días, conforme su embarazo avanza, ella pasa bastante tiempo en la quietud de la casa y son los libros su manera predilecta de pasar las horas.

En cuanto entramos a la librería, sabe exactamente a qué pasillo ir para consultar las novedades. Hojea con curiosidad un volumen titulado «Intriga en el desierto», me mira con sus ojos traviesos y me dice:

-En la época del San Pablo me aficioné mucho a las novelas de misterio. Quisiera culpar a Annie por eso, que las metía a escondidas al colegio, pero ahora creo que era para no aburrirme porque nos dejaban hacer tan poco.

-¿Por qué de pronto te acuerdas de eso?

-En aquel entonces debía pasar mucho tiempo quieta por orden de las religiosas y ahora, para cuidar de mi bebé. La diferencia es que ahora lo hago con gusto.

Candice sonríe y pasa una mano por su vientre. Es una escena tan hermosa.

Salimos de la librería con una docena de libros nuevos, aunque no todos son para Candice. También lleva algunos para los chicos del Hogar de Pony, con el ejemplo los está haciendo ávidos lectores.

Dentro del auto, Candice se recuesta en mi hombro y se queda dormida casi enseguida. Estoy a punto de pedirle al chofer que nos lleve de vuelta a Lakewood pero ella se despierta cuando vamos llegando al club de yates.

-Candice, mi amor, volvamos a casa, podemos venir otro día.

-No, no. Me ha caído muy bien la pequeña siesta -dice con un bostezo-, y ahora tengo muchísima hambre.

-Si es así, nuestro almuerzo espera.

Al acercarnos a nuestra mesa reservada, Candice se lleva una mano a la mejilla por la sorpresa, pues descubre la magnolia tallada en madera que hice para ella.

-Albert, es hermosísima. ¿Tú la hiciste?

Digo que sí con la cabeza. Para nuestro aniversario, le compré unos pendientes de esmeralda, pero quería que tuviera algo único y con un significado especial.

-Una magnolia -dice ella con dulzura.

-Una magnolia que no se marchita nunca -digo yo.

Sigo creyendo que si no hubiera perdido la memoria, tal vez mi admiración por Candice se habría quedado en eso, en una admiración distante por la entereza de su carácter, en un cariño sosegado nacido de la amistad. Sin embargo, una vez que la conocí de veras, como la fascinante mujer en que se había convertido, no había manera de escapar a sus encantos.

En algún momento llegué a pensar que pasaría mi vida como el solitario cabeza de los Ardlay o que estaría destinado a un gris matrimonio convenido. Lo cierto es que no imaginaba que pudiera encontrar una mujer que me amara tal como soy, que viera más allá de mis conexiones sociales y no se sintiera decepcionada por mi peculiar manera de ser. A decir verdad, no conozco muchas mujeres que se sientan cómodas en compañía de animales silvestres… por fortuna, no necesitaba encontrar más que una, y la tengo delante de mí.

-¿Qué tanto estás pensando, Albert? Solo sonríes sin decirme nada.

-Y, ¿qué más puede ser? ¿No lo adivinas?

Ella levanta sus cejas, algo confundida, pero en lugar de explicarlo con palabras, me acerco a ella para darle un beso en los labios.

Apenas puedo creer lo feliz que soy.

FIN de Tu silueta a contraluz

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