En fin… debo decirles que escribir este capítulo me costó bastante, ya verán por qué… ¡Espero sus comentarios!
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Capítulo 13
Es viernes por la tarde y espero con ansia que llegue Candice desde el Hogar de Pony. La puerta de mi estudio se abre de golpe, pero no se trata de ella, sino de Archie. Ni se molesta en saludarme y se recuesta con desparpajo sobre el sofá.
-Un minuto de paz, necesito un minuto de paz -dice al cruzar las manos por detrás de la cabeza-. Hay un límite para lo que puedo escuchar sobre previsiones del hogar… La tía Elroy le da cátedra a Annie sobre cada pieza de porcelana que hay en Lakewood y yo no tengo tanta paciencia como ella.
Sonrío, niego con la cabeza y vuelvo al periódico que estoy leyendo. Archie guarda silencio y se me queda mirando.
-¿Hay algo que quieras contarme, Albert?
-¿Por qué lo dices?
-Estás leyendo el periódico, pero no paras de sonreír. Si hay alguna novedad, me lo contarás, ¿verdad?
Miro a Archie de soslayo y digo:
-Tal vez haya algo… Mira dentro del cajón.
Archie viene hacia mi escritorio, saca del cajón un pequeño estuche de joyería y suelta una risotada de júbilo.
-¿Es esto lo que creo que es?
-Ábrelo y así lo averiguas.
Archie hace como le pido y entonces mira con asombro el anillo de compromiso que elegí para Candice. Examina con curiosidad el brillante bordeado de esmeraldas contra la luz de la ventana.
-Sí que es bonito, ¡eh!
-Fui a recogerlo esta misma mañana. Lo mandé hacer hace tiempo, antes… antes de mi viaje a Italia.
-¿Hace tanto que piensas pedírselo?
-Incluso antes de recuperar la memoria…
Archie levanta una ceja al escucharme. Me devuelve el anillo y me pregunta:
-¿Se lo darás este fin de semana?
Doy un resoplido por toda respuesta, mientras voy hacia la caja fuerte y para poner el anillo bajo resguardo.
-No lo comprendo, Albert. ¿Qué te detiene? -escucho que dice Archie a mis espaldas.
Camino hacia el ventanal, miro hacia afuera y me encojo de hombros antes de contestar.
-Candice y yo tenemos un cierto acuerdo… Quedamos en hablar de planes más serios cuando se inaugure el dispensario. Y aún entonces… no es tan sencillo -digo al tiempo que me giro para mirar de nuevo a Archie.
-No me digas que te detendrás por todo el asunto de Eliza -me dice él, incrédulo-. Sigo sin entender por qué le das tanta importancia.
-Ya te lo he dicho. Sería una vergonzosa afrenta para los Lagan si alguien en la familia hiciera un anuncio feliz demasiado pronto. No se diga el revuelo que causaría la noticia de mi boda.
Han pasado dos semanas desde la fallida boda de Eliza. Cualquier esperanza de una reconciliación entre ella y Reggie se ha esfumado por completo.
-Es verdad que el plantón de Eliza sigue siendo el chismorreo predilecto de todo Chicago -dice Archie, sonriendo con satisfacción.
-Y a ti ni te preocupa, ¡como tú ya te has casado! En cambio, yo… Si tan solo hubiera anunciado mi compromiso con Candice antes de este escándalo, no me encontraría en esta situación.
Este comentario logra que Archie se ponga serio y se queda pensativo por un rato, hasta que me dice:
-¿Sabes, Albert? Estoy pensando que… la mejor forma de combatir un rumor, es con otro rumor, y podemos usarlo a tu favor.
Con esto Archie logra toda mi atención. Me dice que puedo pedirle matrimonio a Candice según lo planeado y mantener nuestro compromiso en privado, es decir, que solo la familia lo sepa. Con eso bastará para que se haga de conocimiento público en pocos días.
Esta vez, mi sobrino me ha dejado muy sorprendido, pues su plan es impecable. La etiqueta impide que haga el anuncio de mi boda, pero nada me detiene para comprometerme en privado. Eso permitirá iniciar los preparativos de la boda enseguida y dará suficiente tiempo a que la gente se haga a la idea. Para cuando venga el anuncio oficial, nadie se sorprenderá al saberlo.
-Archie, yo he sido tu padrino de bodas y ahora tendrás que devolverme el favor -digo con una sonrisa que será difícil de borrar.
-¡Será un honor! -me contesta él, palmeando con fuerza mi espalda.
Nuestro ánimo festivo se ve interrumpido cuando alguien toca a la puerta, pero, nuevamente, no se trata de Candice, sino de George.
-Vengo de la supervisar las reparaciones del dispensario, tal como pidió -dice George, luego de saludarnos.
-Espero buenas noticias -le digo.
-Me temo que… habrá un retraso.
Archie, al escuchar la respuesta de George, se acerca y pregunta con tono incrédulo:
-¡¿Ahora qué?!
George, que desconoce lo que hemos hablado antes de su llegada, se sobresalta un poco por la reacción de Archie. Se recompone y contesta:
-El techo… Es el techo. Cuando reponían las tejas rotas se han dado cuenta de que la viga principal está totalmente podrida. Será necesario reemplazar la estructura del techo por completo, de otra forma…
Archie se gira para mirarme. Sin que lo diga, sé que está pensando lo mismo que yo, que la situación es ya ridícula.
-¿Crees que esté listo para el bautizo de mi primer hijo? -pregunta Archie, dejando escapar una risita.
George no sabe qué contestar. Apoyo una mano sobre el hombro de George y le digo:
-No me importa cuánta gente más deban contratar, ni de dónde haya que traer la madera, pero ese dispensario debe quedar listo para la fecha prevista.
-No lo tome a mal, George -interviene Archie-, pero de eso depende la salud mental del patriarca. Ahora mismo, su vigor físico está por desbordarse, si debe esperar mucho más ¡el pobre hombre va a estallar! -termina Archie con una risotada y se tira en el sofá, con un incontenible ataque de risa.
Aunque soy el blanco de sus burlas, me contagia enseguida de sus risotadas, al punto que debo apoyar mis manos en las rodillas, desternillándome.
El pobre George no entiende nada de lo que está pasando y espera con paciencia a que recuperemos la compostura para retirarse.
Antes de salir por la puerta, me asegura:
-Me encargaré personalmente de que la fecha se cumpla.
Cuando George se ha ido, le digo a Archie que su plan me resulta de gran ayuda. No solo se resolverá mi situación favorablemente, sino que la novedad hará que la gente tenga otra cosa de qué hablar, que no sea de Eliza y Reggie. Eso quizá traiga algo de alivio para la pobre Eliza, que está inconsolable.
-¿La pobre Eliza? ¡Ay, Albert! Tienes demasiada compasión por esa arpía.
-Vamos, Archie, no la llames así… Eliza es tu prima…
-¡Claro! Es que tú no lo sabes -dice él, dando un palmetazo sobre el escritorio-. Candy seguro que nunca te lo ha contado.
-¿De qué hablas, Archie?
-Ya te vas a enterar quién es Eliza Lagan en realidad -me dice Archie, que abre la caja de tabaco y enciende un cigarrillo antes de empezar con su relato-. No creo que estés preparado para lo que vas a escuchar…
Sólo ahora que Archie me lo cuenta con lujo de detalle, me entero de todas las fechorías que Eliza le ha hecho a Candice desde que eran unas niñas. Él lo sabe de primera mano y también por lo que Annie le ha dicho. Yo sabía muy, muy poco.
Si antes tenía poca paciencia para la tontería de Eliza, ahora soy incapaz de tolerarla. No imagino como podré volver a mirarla sin evidenciar mi desaprobación. Si de mí dependiera, no quisiera verla jamás.
Cuando Archie se marcha, me quedo un rato solo con mis pensamientos.
Esta es la primera vez que siento ganas de faltar al honor de los Ardlay y desentenderme de los Lagan para siempre. Y pensar que estaba dispuesto a posponer mi compromiso por solidaridad con Eliza. Si bien debo ser cabeza de familia, también soy hombre, y me cuesta creer que hayan herido así al amor de mi vida.
Se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta. Pasan de las seis y Candice suele llegar mucho antes.
He decidido ir a buscarla. Llevaré mi caballo para llegar más pronto.
Pensaba que la encontraría por el camino, pero llego hasta el Hogar de Pony sin haberla visto.
La Señorita Pony me recibe amablemente, pero con semblante serio. Me hace pasar hasta la habitación de Candice, algo bastante inusual.
Candice está sentada en un silloncito junto a la ventana. Enseguida me doy cuenta de que ha estado llorando.
-Cariño mío, ¿qué ha pasado? -pregunto, consternado.
Candice intenta hablar, pero está conmocionada y sólo balbucea entre sollozos:
-Ella… ella…
Incapaz de decir más, me entrega una carta que tiene entre las manos.
Es un pequeño sobre blanco, de papel muy fino, enviado por Terruce Granchester. No quiero ni abrirlo y me toma bastante valor revisar su contenido. Desdoblo la carta y se me hela la sangre cuando leo la participación de los funerales de Susana Marlow Granchester.
Continúa en Tu silueta a contraluz – Capítulo 14