Tu silueta a contraluz – Capítulo 9

Ya estoy aquí con un nuevo capítulo. Aunque no creo que esta historia sea muy larga, todavía faltan cosas por contar. Estoy un tanto nerviosa por lo que me dirán sobre el capítulo. En fin, aquí va… estaré esperando sus reviews.

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Capítulo 9

Han pasado algunas semanas desde que me declaré a Candice y desde entonces nuestras vidas se han llenado de sueños y planes.

Las reacciones de mi familia no se han hecho esperar. Mis primos son de la idea de que debería darme tiempo para conocer otras señoritas de sociedad antes de entablar un noviazgo, pero me tiene sin cuidado lo que crean más correcto para mí. Ya que he debido crecer en el anonimato por el bien de la familia, no pueden esperar que ceda en algo tan personal.

La tía Elroy, aunque no está feliz con mi elección, esta vez se ha puesto de mi lado. Lo único que me ha pedido es que tome las cosas con calma y mesura. Quiero seguir su consejo, pero con toda sinceridad creo que no pasará mucho antes de que me una a Candice en matrimonio.

Candice ha querido seguir viviendo en el Hogar de Pony por el momento, pero pasa todos los fines de semana en Lakewood. Con eso no me basta, así que la visito con frecuencia entre semana, luego de volver de la ciudad.

Tras pensarlo detenidamente, Candice decidió utilizar el dinero que le corresponde para patrocinar un dispensario médico. Es algo que hace mucha falta en la villa, pues poca gente puede pagar un doctor que venga desde la ciudad. Estoy muy complacido con este plan, tan afín a ella, así que decidí reparar la vieja casona en el bosque para alojar el dispensario.

Esta mañana acompañé a Candice para realizar algunas compras y encargos necesarios, con la intención de ayudarla. La sorpresa me la he llevado yo, pues ella ha resultado una negociadora feroz que sólo acepta un precio justo para una causa justa. Además, de alguna manera logra que la gente quede feliz con el trato.

Cuando terminamos con lo que teníamos previsto, decidimos dar un breve paseo a pie por el centro de Chicago, antes de que la lleve de vuelta al Hogar de Pony.

Andamos del brazo mirando aparadores, ella se detiene frente a una confitería y compramos algunos pastelillos, que comemos mientras seguimos caminando y charlando.

-Annie me ha ofrecido hacerse cargo de los eventos de beneficencia, ¿no te parece maravilloso, Albert?

-Me alegra mucho. Sé que Annie será de gran ayuda para ti -digo antes de dar un mordisco al pastelillo que Candice pone frente a mi boca.

-Podremos pasar mucho tiempo juntas y…

Candice se queda a media frase.

-¿Y qué más? Anda, dímelo -la animo, mientras jugueteo con uno de sus rizos.

-Oh, Albert. Disculpa lo que voy a decir, pero es que no tengo paciencia para tratar con esas señoras estiradas y me siento aliviada de que Annie lo hará por mí.

La franqueza de Candice me saca una carcajada.

-¡No te rías, es en serio! -me dice, y de inmediato comienza a reír también.

Cuando recuperamos la compostura, yo tengo mi propia confesión que hacer.

-Me alegra que Annie tenga una forma de hacerse útil, más ahora que formará parte de la familia. No soy de los que encuentran en la pasividad femenina un signo de elegancia.

Candice se queda un tanto desconcertada por lo que acabo de decirle y debo asegurarle que tengo una buena opinión de Annie.

-Es sólo que he hecho tantos esfuerzos para que Archie dedique menos tiempo al golf y se aplique con seriedad a los negocios de la familia, que me gustaría que Annie lo anime con el ejemplo.

-Cuando lo explicas así, puedo ver por qué lo dices -me contesta Candice, colgándose de mi brazo-. Archie está mucho más formal desde que anunció su compromiso.

-Ya empiezo a ver los beneficios que nos traerá esta boda.

-A Annie también le ha sentado bien. Está tan contenta que quiere hacer algo bueno por la comunidad. Pero sólo podrá ayudarme realmente al volver de la luna de miel. Ahora está tan ocupada con los preparativos de la boda que no tiene tiempo para nada más. A decir verdad, se encuentra algo abrumada. Sé que yo lo estaría -Candice mira hacia otro lado al decir estas palabras.

No puedo evitar sonreír con un poco de ironía, porque entiendo muy bien lo que ha querido decirme, que no está lista para que le pida matrimonio. Lo pienso unos momentos y detengo mi marcha, Candice se detiene frente a mí y nota mi expresión seria. Yo prefiero hablar que callar.

-Candice, sé lo importante que es para ti echar a andar el dispensario. No sería capaz de pedirte que lo dejaras para después, pero mis intenciones contigo son muy claras. Y tú, ¿tienes claro a dónde quieres llegar conmigo?

Aunque hemos hablado vagamente sobre un futuro juntos, esta es la primera vez que lo hacemos con seriedad. Candice, que al oírme se quedó un poco impresionada, recupera el aplomo y me dice:

-Albert, no tengo dudas sobre lo que siento por ti, y tú tampoco debes tenerlas. Es sólo que todo está cambiando tan rápido y quiero dejar algunas cosas asentadas antes de… tomar un compromiso mayor. ¿Lo entiendes, Albert?

Asiento con la cabeza, su mirada amorosa me llena de confianza.

-Hablaremos nuevamente tan pronto esté listo el dispensario, ¿te parece bien? -le digo, acariciando su barbilla.

Por única respuesta, Candice se lanza a mis brazos y me besa en la boca. La carnosidad de sus labios y su aroma de manzanas dulces me inunda los sentidos. No importa cuánto la bese, cada vez es increíble. Y no sé, no sé si podré cumplir la promesa que acabo de hacerle y esperar.

+ o +

Algunos días después, debo ocuparme de la otra boda que ha sido anunciada en la familia, pero no es la mía, sino la de Eliza con Reggie Carter. Nadie entiende de dónde ha salido este compromiso, si apenas se conocen. Esto me preocuparía menos si Reggie no tuviera una reputación de juerguista tan célebre. No tengo claro si es que esos rumores no han llegado a oídos de Eliza, o ha decidido ignorarlos con tal de casarse pronto. Por si fuera poco, está empeñada en que su boda se realice apenas un par de semanas después que la de Archie y Annie.

He tenido un gran disgusto debido a todo este asunto. Eliza tiene planeada una boda de ensueño y ha comprometido cada centavo del dinero a su disposición. Por eso ha venido a verme hoy, junto con su madre, a pedir mi autorización para adelantar dinero de su herencia.

-Tío William -me dice Eliza con tono meloso-, puedo arreglármelas el resto del año gracias a la generosidad de mis padres, aunque no pueda estrenar un solo vestido hasta enero, pero aún debo hacer frente a algunos pagos de la boda.

Mientras ella habla, yo miro la lista infinita de invitados, los estados de cuenta y el presupuesto estratosférico que tiene proyectado. Eliza continúa:

-Quiero dejar en alto el nombre de los Ardlay con una boda perfecta. Así que me veo en la necesidad de echar mano de mi herencia.

¡Habrase escuchado tal locura! Todavía pretende gastar más.

-Eliza, creo que te estás equivocando. El dinero de tu herencia tiene el propósito de asegurarte cierta independencia financiera en caso de necesidad.

No puedo imaginar por qué querría Eliza arriesgar su futuro de esa manera, todo por una boda fastuosa, ¡y la madre que lo consiente! Bien se nota que ninguna tiene idea de lo que es ganarse la vida.

-La familia de Reggie tiene dinero de sobra, ¡nada va a faltarme! -dice Eliza con un brillo avaricioso en los ojos-, es por eso que debo dar un banquete digno de los Carter.

La Sra. Lagan intercede por su hija.

-Primo querido, debes entender a Eliza. Es una chica enamorada, es lo más natural que quiera celebrar este día tan importante por todo lo alto. Y más cuando se trata de emparentar con los Carter.

Es claro que ambas cuentan con que la fortuna de los Carter les hará la vida fácil, aunque con el gusto de Reggie por las apuestas yo me iría con cuidado.

-Lo siento, pero deberán arreglárselas con el dinero que tienen, que es bastante para una boda.

Eliza rompe en llanto y ruega mi comprensión. Me recuerda que la familia Carter posee una fortuna mucho mayor que la de los Lagan y tener «una boda modesta» -como ha llamado al banquete en el que se ha gastado todo lo posible-, sería una vergüenza y una humillación.

Nada de eso me ha conmovido, la respuesta sigue siendo no. Ahora mismo me debe estar odiando. Me queda la esperanza de que un día entienda que lo he hecho por proteger su futuro. Y aunque nunca sea capaz de verlo, me quedará la tranquilidad de haber obrado en su favor.

-Eliza, me apena que no puedas ver las razones de mi negativa. Ahora, si me disculpan, debo contestar algunas cartas urgentes.

Es cierto que tengo correspondencia sin revisar, pero lo he dicho más que nada para terminar con esta tontería. Ya he gastado demasiado tiempo en esta discusión.

Eliza sale llorando, abrazada a la madre, quien antes de salir me dedica una mirada indignada.

Me toma un minuto recuperar la serenidad, pero decido que lo mejor será hacer como he dicho y revisar las cartas que han llegado el día de hoy.

En mi bandeja de correo veo un sobre algo maltratado que no noté esta mañana. Se trata de una carta proveniente de Italia, y aparece mi nombre, William Ardlay, como destinatario. Me parece muy curioso que alguien en Italia conozca con precisión mi nombre y dónde localizarme. Está firmada por el señor Vittorio Gabetto, un nombre que me resulta vagamente familiar.

La carta comienza contándome cómo van las cosas en la comarca, que hay pocos viajeros debido a la guerra y su posada ya no es el lugar animado y bonito que yo conocí. Poco a poco, un rostro regordete, risueño y bigotón comienza a aparecer en mi mente, es el señor Vittorio. Según entiendo por la carta, pasé una larga temporada en su posada, poco antes del atentado en el tren. Brucianesi es un poblado a orillas del río Arno, muy cerca de Florencia. Vittorio me cuenta que finalmente han logrado reparar el techo de la escuela, que un nuevo doctor ha llegado para remplazar al anterior y otras anécdotas de la vida cotidiana. Algunas cosas que dice reavivan mis recuerdos, otras, no me suenan de nada.

Pero hay una línea que me descoloca totalmente. Siento un sudor frío. Me froto la cara con la mano, incapaz de entender lo que está pasando, y vuelvo a leer:

«Le ruego recordar la promesa de ayudar a su hijo ante Dios».

Continúa en Tu silueta a contraluz – Capítulo 10

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